En la cima de una colina en Francia existe un convento que los hace saltar en las noches. Uno cuyo nombre posiblemente nunca han oído, pero lo han oído. Un convento que ayudó cambiar la forma en la que oímos la música electrónica. En esta historia, el Convento de Santa María de La Tourette.
Paso tras paso, traspasando la ciudad con los pasos y dejando atrás las huellas de los pies. Era un encuentro íntimo, certero, lúcido. Para mi, llegar a Ibirapuera era mi Compostela y no podía dejar perder segundos en cada paso que daba para alcanzar a ver o deslumbrar lo que años atrás sólo veía en libros. Era hora de ver una obra de Niemeyer.