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Donde muere el Sol con dignidad

Existe un lugar donde el horizonte hace el perfecto baile entre la historia y la naturaleza. Armado con guías de viaje y fotografías me propuse llegar hasta ahí con la ilusión de conocer algo único y la fatalidad de saber que no podré repetirlo.

Eran las 11:30 pm de una noche lluviosa en Yangón. Después de una salida de baile y de comer en algún puesto callejero, había entrado en el edificio donde me alojaba en casa de un amigo sin percatarme que había cerrado mal la puerta. Hasta que sentí un golpe por la mañana.

Somnoliento, miré alrededor: mi amigo seguía dormido, la puerta estaba abierta. La cerré y volví a dormir. No fue sino hasta unas horas después que supimos que ese golpe en mi hombro fue de un ladrón que calculó mal al tratar de llevarse mi cámara. Pero el resto se lo llevó.

En el robo se llevaron mi móvil/celular, así que pedí prestado una guía de viajes de Lonely Planet y dibujé en mi agenda un mapa con las paradas de tren y la trocha por la que tenía que caminar para llegar a la estación de buses. Todo porque esa noche tenía un destino claro.

Bagan, Myanmar.



Un valle alfombrado de pagodas y templos quebrando el horizonte, abría la primera mañana de muchas en las que borraría el paso de los días. Ahí trepado en una pagoda, olvidaba lo sucedido el día anterior y me preparaba mentalmente para perderme en él.

En área de más de 40 km2, Bagan cuenta con más de 2000 estructuras de siglos XI y XII, cuando era la capital de su imperio. Explorarlo ya de por sí era una tarea titánica. Pero es que además del robo, habían dos factores que dificultaban este viaje:

El primero, un terremoto. No hacía dos semanas antes de llegar, un sacudón a 30 kilómetros al sur hizo estragos en el yacimiento arqueológico. Muchas pagodas estaban cerradas y otras tanto, estaban siendo limpiadas de escombros. Evidentemente esto no estaba en mi libro guía.

Armado con mi pequeña moto, empecé a acercarme templo a templo para poder ver cual era accesible. Naga Yon Hpaya por ejemplo, había sobrevivido bien al movimiento telúrico y con este, sus Budas dorados. Otros, como la pagoda 810 presentaba el dantesco escenario de destrucción.

En la entrada al templo de Thambula había personal de la UNESCO con el que me puse a hablar. La razón por la que hubo tanta destrucción era la misma por la que Bagan no era Patrimonio de la Humanidad. ¿Ven ese manto rojo sobre el templo de Narathihapatae?




Luego del terremoto de 1975, la dictadura militar de Myanmar aprovecha "reconstruir" con materiales modernos las torres de los templos (o sikhara) por pura nostalgia y como ancla a una futura apertura turística del país. Fueron estas obras las que se vinieron abajo.

¿Ven por qué no es tan buena idea esto de reconstruir por caprichos nostálgicos? El templo de Sulamani fue gravemente afectado y era hasta melancólico ver el esfuerzo de los habitantes en remover escombros para separar las piezas originales de las falsas.

Es que Bagan no es visto por los locales como un yacimiento arqueológico, para ellos sigue siendo un sitio vivo y sagrado, a pesar de tantos siglos. Es por eso que hay que quitarse los zapatos para entrar en ellos, o del porqué los monjes desfilan cada mañana para rezar.

La segunda, es que para cubrir esta área además de tener mucha agua se necesita una moto. Y hay que saber manejarla. Sí, soy una gueva. Sin poder llamar a nadie, terminé en un puesto de salud a los pies de los escombros del terremoto, viendo cómo el viaje cambiaba de ritmo.


Lo herido no me quitaba lo necio. Si ya el viaje no era esa lista de templos que quería visitar, el accidente hizo que terminara decantándome de forma tranquila por simplemente dejarme arrastrar por el día a día. Dejarme enamorar. Y me enamoré: Eso es Dhammayangyi.

El aislamiento de Myanmar mantuvo a Dhammayangyi oculto por siglos. No es de estos sitios que salen en las listas para ser la nueva "maravilla" del mundo y fuera del curioso sobre este lugar, a nadie le importa. Es de estas traiciones a esas guías que tanto nos gustan.

Los rincones dentro de esta mole creada por el rey Narathu en 1167 para tal vez sanar su mente luego de matar a su padre, hermano mayor y su esposa, llevan siglos empapadas en el olor de ser cueva de murciélagos y a su vez, reposo de los Budas que guarda en su interior.




El estar incomunicado, accidentado y en un área con escombros hizo que dejara aquél Lonely Planet guardado en el hostal. Pasaban los días y me perdía entre los murales que contaban la Buda en los templos de Taung Guni o Thisa Wadi.

Paraba en algunos poblados a comer, ver o a oír. Bagan también eran mujeres padaung tejiendo con sus vistosos aros en el cuello; jóvenes con thanaka en el rostro para protegerse del sol o señores vendiendo a poco dinero algún objeto del pasado colonial del país.

Mientras recorría Bagan para buscar dónde ver el atardecer, caía en cuenta que esa imagen idílica de silueta de pináculos llevaba en sí la falsedad de reconstrucciones sin rigor histórico, haciendo su propio "Disney". Ladrillos que al caer, terminaron siendo condena y ruina.


Todos los días repetía lo mismo. Explorar con mi moto, detenerme, subir a una pagoda y decir: hoy será aquí.






Una y otra vez.

Al regresar siempre pensé en hacer una guía de cómo visitar Bagan, pero al contrario de otros sitios de este periplo, Bagan no tenía ningún sabor de prédica. Las guías de viaje me empezaron a saber amargas y sentía que iba a perder el tiempo en crear contenido que iba a morir.

Un año después, una turista pierde la vida al caerse de una pagoda. Luego en el 2018 el gobierno empezó a prohibir subir a las pagodas para ver atardeceres para protegerlas del desgaste y el lugar recibe en el 2019 su merecido reconocimiento como Patrimonio de la Humanidad.

Bagan hoy está de nuevo aislada del mundo. Después de la pandemia de COVlD-19, el país sufre un golpe de estado que estalla una guerra civil que aún sufre.

Atrás quedaron las siluetas de los aventureros se adentraban en el corazón de Myanmar para acariciar el cielo y presenciar cómo el Sol se despedía con dignidad junto al paisaje.

Atrás quedó también algo de mí: empecé a valorar más mis vivencias antes que replicar rutas de viajes heredados por otros. Dejé atender listas de sitios para ver antes de morir; listas que mueren en un abrir y cerrar de ojos. Guías de viaje que mueren más rápido que el Sol.